Ganadería “Miura Inscrita
en la “Unión de Criadores de Toros de Lidia”
Finca “Zahariche” Lora
del Río (Sevilla).
Entrada al cortijo y el hierro de “Miura” en la
entrada.
Señal de oreja: Hendido y una muesca en la izquierda y
despuntada con golpe en la derecha.
Ermita de “Nuestra Señora De Las Mercedes”.
Casta Cabrera
Subcóncavo, longilíneo e hipermétricos.
Cabeza y Cuello: Perfil cefálico subconcavo, cabeza
grande voluminosa, alargada, y ancha de sienes. Cuello largo musculado, pero
con el morrillo poco prominente.
Encornaduras: Bastante desarrolladas, gruesas, y por lo
general cornitraseros. Abundan los corniveletos, capachos y corniabiertos.
Pecho, tórax y vientre: Pecho no excesivamente ancho,
papada y badana poco desarrollados. Tronco largo con costillares muy anchos. Vientre
recogido.
Extremidades: largas y Fuertes.
Dorso: recto o ligeramente ensillada.
Grupa y cola: Grupa poco desarrollada. Cola Larga, fina
y con borlón poblado.
Capa: predominio de ejemplares negros, cárdenos,
castaños, coloraos, y con menor frecuencia sardos y salineros. Como particularidades
encontramos chorreado, entrepelado, lavado, mosqueado, nevado y salpicado.
Vista exterior de la plaza de tientas y embarcadero.
Puerta que da a la plaza de tientas. Para muchas eralas
y utreras la puerta de la gloria tras el tentadero.
Espectacular y curiosa plaza cuadrada de tientas.
El toro de Miura pasa por ser el más terrorífico de toda la historia del toreo, aún ahora que ha modificado su comportamiento en relación con el que exhibía a finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX.
Todavía en la actualidad y a pesar de los cambios
introducidos en su selección, los "miuras" siguen manteniéndose
fieles a su historia y comportándose con frecuencia en el ruedo de forma
distinta a la de los restantes toros.
De salida suelen mostrarse abantos, tardan en fijarse
en los engaños y les puede faltar un poco de entrega en general.
En el tercio de varas caben todas las posibilidades,
que van desde la bravura ejemplar, galopando y recargando, creciéndose al
castigo y propiciando un magnífico espectáculo, hasta la mansedumbre declarada,
huyendo al sentir el hierro y presentando dificultades a los lidiadores hasta
para ponerlos en suerte.
A partir del primer tercio el toro puede cambiar
considerablemente. Hay veces que los que han manseado o simplemente han
cumplido en varas empiezan a ahormarse y mejorar paulatinamente, y otras en las
que declaradamente van a peor.
Incluso los buenos crean complicaciones a los
banderilleros en los últimos pares, arrebatándoles con facilidad los palos en
el momento del embroque, gracias a su elevada alzada y a su agilidad de cuello,
o se frenan e incluso cortan el viaje y corrigen la trayectoria en la misma
arrancada.
El segundo tercio es ideal para saber por dónde puede
decantarse el toro en la faena de muleta y por eso es conveniente analizar
cuidadosamente sus reacciones. Cuando galopan con franquía es posible que
acaben entregándose en la muleta, dando salida a su nobleza. Por el contrario
aquellos otros que ya plantearon dificultades en el capote y que cada vez
piensan más lo que van a hacer a continuación, desparraman la vista y se
enteran de todo lo que sucede a su alrededor, pueden ser muy complicados para
el diestro.
A la faena de muleta llegan muchos toros sin definirse y por ello su juego dependerá
en gran medida de la facultad lidiadora de cada matador, que debe ser capaz de
someterlos sin dejar que se desengañen, para sacarles el máximo partido posible
en muy pocos muletazos ya salvo excepciones, suelen tener poca duración en el
último tercio y aprenden rápidamente.
Por el contrario, aquellos que son bravos y que
embisten con mayor entrega a la muleta, repiten las embestidas, tienen fijeza y
posibilitan triunfos importantes, pero eso sí, necesitan siempre de toreros con
mucha técnica y mucha decisión para desarrollar sus buenas cualidades, ya que
son toros que no permiten equivocaciones.
Siempre es necesario perderles pasos, cruzarse mucho al
pitón contrario y tener la serenidad suficiente para esperarlos hasta que meten
la cara en la muleta. Una vez ahí el diestro debe hacer gala de su temple,
llevando el engaño muy cerca de los pitones, sin dejar que la enganchen para
que no se descomponga la embestida y empiecen a derrotar o a defenderse.
Igualmente deben tener especial cuidado de no descubrirse con la muleta, ya que
si existe demasiada distancia entre esta y los pitones, el astado puede ver al
torero y desarrollar sentido con rapidez. Nunca debe olvidarse que se trata de
toros muy cambiantes y dada su facilidad para aprender, generalmente los
cambios suelen ser a peor, por muy buenos que hayan sido antes.
Los restantes, aquellos que evidencian peligro durante
toda su lidia, solo permiten una faena a la defensiva. El hecho de que sean
animales rápidos y ágiles de movimientos, pese a su gran tamaño y peso elevado,
les permite alcanzar al torero si éste se descuida, duda, o no acierta a darles
la lidia que precisan. En estos casos, los especialistas recomiendan llevarlos
muy tapados en la muleta y no dejarles pensar. Buscarles la igualada e intentar
acertar con el acero a la primera porque en caso contrario se ponen mucho más
difíciles aún, levantando la cabeza y cerrando el paso al diestro. La única
ventaja de estos toros es que no equivocan, su peligro es evidente y por eso el
aficionado no exige al torero lo que no se puede hacer.
En el campo, los toros
son de manejo complicado,
agresivo y muy propenso a las peleas, que se saldan con numerosas bajas
conforme llegan a la edad adulta. Los toros de saca precisan de grandes
extensiones de terreno en las que se desenvuelven en solitario o formando
pequeños grupos.
Por el contrario sus hermanos menores se muestran mucho
más tranquilos y sociales, aunque esta tendencia va disminuyendo con la edad.
Cuando son añojos, prácticamente forman un único grupo. De erales se empiezan a
dividir en varios, que se divide en otros cuando llegan a utreros, y ya de
cuatreños son cada vez más individualistas y se hermanan muy poco con los demás
toros.
Solo un perfecto conocimiento de sus reacciones y
querencias posibilita el manejo, aunque este nunca es fácil, como tampoco lo
fue nunca en esta ganadería con anterioridad.
Al igual que los machos, las vacas de Miura son
extraordinariamente rústicas y muy adaptadas al terreno donde se desenvuelven.
Uno de los rasgos más llamativos de su comportamiento en el campo es su gran
curiosidad por todo lo que les resulta nuevo en el entorno. Así, les gusta
aproximarse para observar los vehículos o cualquier otro objeto ajeno a su
hábitat natural.
También tienen muy desarrollado su instinto maternal y
mientras pastan están en todo momento pendientes del lugar donde tienen
encamada su cría y se separan poco de allí. Este comportamiento se evidencia
principalmente durante las primeras semanas de vida de los terneros, que gozan
de mayor autonomía durante los meses siguientes, aunque sus madres nunca les
pierden de vista mucho tiempo.
Corredero por donde pasan los toros de “Miura” para ser
embarcados para la lidia.
Casta “Cabrera” encaste “Miura”.
Miura
Sigla: UFT.
Asociación: Unión de Criadores de Toros de Lidia.
Localización: Lora del Río (Sevilla).
Propietario:
D. Eduardo y D. Antonio Miura Martínez, C.B.
Avda. Presidente Adolfo Suarez 6 y 8
41011 (Sevilla)
Divisa: Verde y negra en la plaza de toros de Madrid y
verde y grana en el resto .
Señal de oreja: Hendido y una muesca en la izquierda y
despuntada con golpe en la derecha.
Finca:”Zahariche” Lora del Río (Sevilla);
Historia:
Se formó ésta en 1842 por don Juan Miura, con reses de
Antonio Gil, y posteriormente otro lote grande de vacas de don José Luis
Alvareda, todas ellas procedentes de don Francisco Gallardo. En 1850 y 1852 se
agregaron reses de la de doña Jerónima Núñez de Prado, viuda de Cabrera,
agregándole en 1854 sementales de don José Arias de Saavedra (Vistahermosa). Al
fallecimiento de don Juan, en 1855, se anunció a nombre de su viuda, y de ésta
pasó a su hijo mayor, don Antonio Miura, y a la muerte de éste, en 1893, se
hizo cargo su hermano don Eduardo, heredándola en 1917 sus hijos don Antonio y
don José, anunciándolo: “Hijos de don Eduardo Miura”. A finales de 1940, don
Antonio y don José se la cedieron a su hijo y sobrino don Eduardo Miura
Fernández. A la muerte de don Eduardo Miura Fernández, en 1996, la heredan sus
hijos don Eduardo y don Antonio Miura, los cuales lidian a nombre de “Hijos de
don Eduardo Miura”. En 2002 la ganadería pasa a anunciarse como “Miura”.
Procedencia actual: Miura.
Mayoral: Manuel García.
Antigüedad: 30/04/1849
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